Cientos de miles de personas desplazadas de los centros de trabajo a sus domicilios se enfrentan ahora al problema de cómo mantener la productividad. Además de buenas conexiones y aplicaciones adaptadas, necesitan coordinarse y mantenerse motivados.

No es la mejor manera de empezar pero tampoco había opción. El gran experimento del teletrabajo, la primera vez en la historia laboral de nuestra América Latina,  en la que centenares de miles de trabajadores, se llevan la oficina a casa durante toda la jornada, ha supuesto la migración masiva de los centros de trabajo a los domicilios. Trámites online, reuniones por videoconferencia, proyectos con firma digital, campañas comerciales… bajo la parálisis en las calles crece en las redes una actividad que hasta hace más de 15 días era una alternativa sin mayor seguimiento.

La experiencia de estos días animará a unas empresas a proseguir el camino y aconsejará a otras no seguirlo pero será un antes y un después para todo el mercado empresarial y comercial.

Las herramientas tecnológicas llevan tiempo haciendo real el teletrabajo pero son minoría los casos de empresas que han orientado su actividad en este sentido. Ahora el cambio llega a la fuerza y de forma inesperada para grandes corporaciones y pequeñas empresas.

Queda claro que en la primera semana de confinamiento muchas empresas y trabajadores han salvado el primer reto, que era la migración a casa para salvar la actividad y el empleo. Pero no termina ahí. Habitualmente la implantación del teletrabajo se hace de manera gradual y aún así, la curva de productividad puede registrar pérdidas a corto plazo que después se recuperan con el tiempo y cuando empresas y empleados aprenden el nuevo sistema.

Así, cientos de miles de nuevos teletrabajadores en toda América Latina están apenas empezando su curva de aprendizaje. Pasada la primera prueba, se plantea el reto de que no decaiga la productividad, que las horas delante del ordenador puedan traducirse en resultados.

El modelo es el de las redes de desarrolladores informáticos, un modelo que se puede aplicar ya sobre tareas que no están directamente ligadas al software y sí a la digitalización de documentos compartidos y reuniones online. En este modelo de sprint remoto se trabaja por proyectos o por retos y sobre esos proyectos se construyen equipos que se dividen las tareas y se marcan plazos.

Para que funcione, es imprescindible marcar «puntos de contacto» y «centros de control», es decir, un seguimiento disciplinado de la ejecución de las tareas de todos los miembros del equipo así como de las cuestiones que pueden bloquear la producción. Esta es la vía, para que el teletrabajo acabe cobrando sentido como modelo que mejora la productividad al hacer más con menos y no como recurso de emergencia para contener la expansión de una enfermedad.

 

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